sábado, 24 de noviembre de 2007

Nuestra Señora de La Salette


La Virgen nuestra Madre se aparece a dos pastores, Maximino de 11 años y Melania Calvat de 15 años. Fue en La Salette, lugar ubicado a 35 Kms. de Grenoble, en Francia. La aparición ocurrió el 19 de setiembre de 1846.



Actualmente, en La Salette, hay un hermoso santuario mariano donde van miles de peregrinos todos los años.
Melania escribió el relato de la aparición el 21 de noviembre de 1878. En él dice que María lloraba mientras hablaba de los castigos que vendrán a la humanidad, si no se convierte. Por eso, se habla de la Virgen de las lágrimas de La Salette.



Veamos lo que nos dice en su relato autobiográfico:

“La Virgen era majestuosa, imponente, imponía un temor respetuoso. A la vez que su majestad imponía respeto, mezclado de amor, atraía hacia sí.
Su mirada era dulce y penetrante; sus ojos parecían hablar con los míos. La dulzura de su mirada, su aire de bondad incomprensible, hacía comprender que Ella quería darse. Era una explosión de amor que no puede expresarse con lenguaje humano ni con las letras del alfabeto.
La Santísima Virgen era muy bella y toda hecha de amor. Parecía que la palabra amor se escapaba de sus labios, plateados, purísimos. Me parecía como una buena madre, llena de bondad, de amabilidad, de amor para nosotros, de compasión y de misericordia...
La Santísima Virgen lloraba durante casi todo el tiempo que me habló. Yo hubiera querido arrojarme a sus brazos y decirle: Mi buena Madre, no lloréis, yo os quiero amar por todos los hombres de la tierra. Pero me parecía que me respondía: Hay tantos que no me conocen... La vista de la Santísima Virgen era por sí sola un paraíso cumplido.

Tenía en sí todo lo que podía satisfacer, pues la tierra quedaba olvidada... La voz de la bella Señora era dulce, encantaba, cautivaba, alegraba el corazón. Mi corazón parecía saltar o querer ir a su encuentro para derretirse en Ella. Los ojos de la Santísima Virgen no pueden describirse con lenguaje humano. Para hablar de ellos sería preciso un serafín, haría falta la palabra del mismo Dios, de ese Dios que ha hecho a la Virgen Inmaculada, obra maestra de todo su poder...Parecían mil y mil veces más bellos que los brillantes, que los diamantes, que las piedras preciosas y brillaban como dos soles.
Eran dulces, la dulzura misma, en sus ojos se veía el paraíso. Cuanto más la miraba, más la quería ver y cuanto más la veía, más la amaba y la amaba con todas mis fuerzas.
Y me dijo: Dios va a castigar al mundo de una manera sin precedentes. ¡Ay de los habitantes de la tierra! Dios va a derramar su cólera y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos. Los jefes, los guías del pueblo de Dios han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha ofuscado sus inteligencias... Dios permitirá al diablo poner divisiones entre los soberanos, en todas las sociedades y en todas las familias. Se sufrirán penas físicas y morales. Dios enviará castigos que se sucederán durante más de 35 años... Los libros malos abundarán en la tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios.

El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que sufrir; porque, por un tiempo, la Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Ésta será la hora de las tinieblas. La Iglesia tendrá una crisis espantosa... Dado el olvido de la santa fe de Dios, cada individuo querrá gobernarse por sí mismo e imponerse a sus semejantes. Se abolirán los poderes civiles y eclesiásticos, todo orden y toda justicia serán hollados... Por todas partes se verán homicidios, odio, envidia, mentira y discordia, sin amor por la patria ni por la familia... Los gobernantes civiles tendrán un mismo plan que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios... Yo dirijo un apremiante llamado a los verdaderos discípulos del Dios vivo... Ya es hora de que salgan y vengan a iluminar la tierra.
Id y mostraos como hijos queridos míos. Yo estoy con vosotros y en vosotros. Que vuestro celo os haga hambrientos de la gloria de Dios y de la honra de Jesucristo. Pelead, hijos de la luz, vosotros, pequeño número, pues he aquí el tiempo de los tiempos.
Entonces, Jesucristo vencerá a sus enemigos y se hará la paz, la reconciliación de Dios con los hombres. Jesucristo será servido, adorado y glorificado. La caridad florecerá en todas partes.
Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia que será fuerte, humilde, piadosa y pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo.
El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres vivirán en el temor de Dios... Esta paz no será larga: veinticinco años de abundantes cosechas les harán olvidar que los pecados de los hombres son la causa de todos los males que suceden en la tierra”.


María, en ésta como en otras apariciones, nos pide conversión y hacer mucha oración y penitencia con el rezo del rosario. Ojalá escuchemos su dulce voz que, como Madre, nos habla, derramando lágrimas, por tantos de sus hijos que van por el camino de la perdición eterna.


Allí en La Salette hay una fuente de agua, que no ha dejado de brotar desde hace más de 150 años, produciendo numerosas curaciones.

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