El 4 de mayo de 2008 la Iglesia reconoció, después de siglos, las apariciones de la Virgen María (Nuestra Señora de Laus o Notre-Dame du Laus) a Benoîte Rencurel, ocurridas entre 1644 y 1718 en Laus, en los altos Alpes franceses. Aunque el caso estaba bien documentado desde el principio, debido a las guerras fue postergado el trámite de aprobación por el Vaticano.
Durante cuatro meses, cada día, Benoîte llevaba a su rebaño cerca del lugar donde encontró a la «Bella Señora». Esta le reveló: «Soy la Señora María, la Madre de Jesús» y la preparó a convertirse en testigo de la gracia de la conversión.
A partir del otoño, la Virgen María la saluda en la aldea de Laus, frente a Saint-Étienne. Le pide entonces la construcción de una iglesia, con una casa para los sacerdotes. El objetivo de esta iniciativa que tomará cuerpo rápidamente es atraer a los cristianos deseosos de vivir un camino de conversión, especialmente por el sacramento de la confesión. Benoîte se convierte entonces en miembro de la Tercera Orden dominica.
Benoîte, en el siglo de Luis XIV, del jansenismo y de las guerras de religión fue durante 51 años «uno de los resortes más escondidos y más potentes de la historia de Europa», según decía Jean Guitton, escritor y filósofo, dado que ella no sabía leer ni escribir.
Desde los orígenes de las peregrinaciones, las curaciones físicas y morales fueron reconocidas en gran número, especialmente por las unciones del aceite de la lámpara del Santuario aplicadas con fe, según el consejo que la Virgen María misma ofreció a Benoîte.
Ésta murió a los 71 años, reconocida por todos como una santa por el fervor de su oración, su paciencia y su dulzura en la acogida a los peregrinos, y su obediencia a la Iglesia.
El mensaje de la Virgen
Benita Rencurel nació el 16 de septiembre de 1647en Saint-Étienne d´Avançon (Alpes del sur – Francia), su padre falleció cuando tenía 7 años. Nunca aprendió a leer ni escribir y su única instrucción era el sermón de la Misa dominical
Un día de mayo de 1664, Benita, que trabajaba de pastora para unos campesinos vecinos, estaba rezando el Rosario cuando ve a una hermosa Señora sobre un peñasco que lleva de la mano a un niño de belleza singular. "¡Hermosa Señora! –le dice–, ¿Qué estáis haciendo ahí arriba? ¿Queréis comer conmigo? Tengo algo de pan bueno, lo remojaríamos en la fuente". La Señora sonríe ante su sencillez, pero no le dice nada. "¡Hermosa Señora! ¡Podríais darnos por favor a ese niño, que tanto nos alegraría?". La Señora sonríe de nuevo sin responder. Después de permanecer algún tiempo con Benita, toma a su niño en brazos y desaparece en una cueva.
Durante cuatro meses, la Señora se muestra todos los días, conversando con gran familiaridad con la joven, educándola para su futura misión. Benita cuenta sus visiones a la dueña del rebaño, quien en un principio no le cree, pero que una mañana la sigue en secreto hasta el pequeño valle de Fours. Una vez allí, no consigue ver a la Señora, pero oye las palabras que ésta dirige a Benita. La aparición pide a Benita que advierta a su dueña de los peligros que corre su alma: "Tiene una mancha en la conciencia. Que haga penitencia". Afectada por aquello, ésta se corrige, vuelve a frecuentar los sacramentos y vive el resto de sus días muy cristianamente.
El 29 de agosto, Benita pregunta a la visitante cómo se llama, y ella le responde: "Mi nombre es María".
Durante el invierno de 1664-1665, Benita sube hasta Laus muy a menudo, donde ve cada vez a la Virgen, quien le recomienda "rezar continuamente por los pecadores". La noticia de las apariciones se propaga entre los aldeanos, gracias a las veladas de las noches de invierno.
El 18 de septiembre de 1665, cuando Benita tiene dieciocho años, las apariciones y la peregrinación son reconocidas oficialmente por parte de la autoridad diocesana y, a partir del otoño de ese año, empieza la construcción de una iglesia para poder acoger a los peregrinos, que cada vez son más numerosos.
Nuestra Señora se revela en Laus como reconciliadora y refugio de los pecadores, y por eso aporta señales para convencer a éstos de la necesidad de convertirse. La Virgen anuncia entonces a Benita que el aceite de la lámpara de la capilla (que arde ante el Santo Sacramento) obrará curaciones en los enfermos que se lo apliquen, si recurren con fe a su intercesión.
Benita se tomó en serio la misión recibida de la Virgen y se dedica a preparar a los pecadores para que reciban el sacramento de la Penitencia. Por eso anima con frecuencia a los dos sacerdotes adscritos al santuario a recibir a los peregrinos con dulzura, paciencia y caridad, empleando una bondad especial para con los más pecadores a fin de incitarlos al arrepentimiento.
La Virgen le pide a Benita que amoneste a las mujeres y a las muchachas de vida escandalosa, especialmente las que cometen aborto, a los ricos injustos o perversos, a los sacerdotes y religiosos infieles a sus compromisos sagrados.
Entre 1669 y 1679, Benita es bendecida con cinco apariciones de Cristo, que se le revela en un estado de sufrimiento. Un viernes de julio de 1673, Jesús ensangrentado, le dice: "Hija mía, me muestro en este estado para que participes de los dolores de mi Pasión".
Después de más de dos décadas de sufrimientos y constantes apariciones de la Virgen, Benita recibe el la Comunión el día de Navidad de 1718 y tres días más tarde se confiesa y recibe la Unción. Hacia las ocho de la noche, Benita se despide de los que la rodean y, luego, tras besar un crucifijo y con la vista mirando al cielo, fallece en paz.
A partir del otoño, la Virgen María la saluda en la aldea de Laus, frente a Saint-Étienne. Le pide entonces la construcción de una iglesia, con una casa para los sacerdotes. El objetivo de esta iniciativa que tomará cuerpo rápidamente es atraer a los cristianos deseosos de vivir un camino de conversión, especialmente por el sacramento de la confesión. Benoîte se convierte entonces en miembro de la Tercera Orden dominica.
Benoîte, en el siglo de Luis XIV, del jansenismo y de las guerras de religión fue durante 51 años «uno de los resortes más escondidos y más potentes de la historia de Europa», según decía Jean Guitton, escritor y filósofo, dado que ella no sabía leer ni escribir.
Desde los orígenes de las peregrinaciones, las curaciones físicas y morales fueron reconocidas en gran número, especialmente por las unciones del aceite de la lámpara del Santuario aplicadas con fe, según el consejo que la Virgen María misma ofreció a Benoîte.
Ésta murió a los 71 años, reconocida por todos como una santa por el fervor de su oración, su paciencia y su dulzura en la acogida a los peregrinos, y su obediencia a la Iglesia.
El mensaje de la Virgen
Benita Rencurel nació el 16 de septiembre de 1647en Saint-Étienne d´Avançon (Alpes del sur – Francia), su padre falleció cuando tenía 7 años. Nunca aprendió a leer ni escribir y su única instrucción era el sermón de la Misa dominical
Un día de mayo de 1664, Benita, que trabajaba de pastora para unos campesinos vecinos, estaba rezando el Rosario cuando ve a una hermosa Señora sobre un peñasco que lleva de la mano a un niño de belleza singular. "¡Hermosa Señora! –le dice–, ¿Qué estáis haciendo ahí arriba? ¿Queréis comer conmigo? Tengo algo de pan bueno, lo remojaríamos en la fuente". La Señora sonríe ante su sencillez, pero no le dice nada. "¡Hermosa Señora! ¡Podríais darnos por favor a ese niño, que tanto nos alegraría?". La Señora sonríe de nuevo sin responder. Después de permanecer algún tiempo con Benita, toma a su niño en brazos y desaparece en una cueva.
Durante cuatro meses, la Señora se muestra todos los días, conversando con gran familiaridad con la joven, educándola para su futura misión. Benita cuenta sus visiones a la dueña del rebaño, quien en un principio no le cree, pero que una mañana la sigue en secreto hasta el pequeño valle de Fours. Una vez allí, no consigue ver a la Señora, pero oye las palabras que ésta dirige a Benita. La aparición pide a Benita que advierta a su dueña de los peligros que corre su alma: "Tiene una mancha en la conciencia. Que haga penitencia". Afectada por aquello, ésta se corrige, vuelve a frecuentar los sacramentos y vive el resto de sus días muy cristianamente.
El 29 de agosto, Benita pregunta a la visitante cómo se llama, y ella le responde: "Mi nombre es María".
Durante el invierno de 1664-1665, Benita sube hasta Laus muy a menudo, donde ve cada vez a la Virgen, quien le recomienda "rezar continuamente por los pecadores". La noticia de las apariciones se propaga entre los aldeanos, gracias a las veladas de las noches de invierno.
El 18 de septiembre de 1665, cuando Benita tiene dieciocho años, las apariciones y la peregrinación son reconocidas oficialmente por parte de la autoridad diocesana y, a partir del otoño de ese año, empieza la construcción de una iglesia para poder acoger a los peregrinos, que cada vez son más numerosos.
Nuestra Señora se revela en Laus como reconciliadora y refugio de los pecadores, y por eso aporta señales para convencer a éstos de la necesidad de convertirse. La Virgen anuncia entonces a Benita que el aceite de la lámpara de la capilla (que arde ante el Santo Sacramento) obrará curaciones en los enfermos que se lo apliquen, si recurren con fe a su intercesión.
Benita se tomó en serio la misión recibida de la Virgen y se dedica a preparar a los pecadores para que reciban el sacramento de la Penitencia. Por eso anima con frecuencia a los dos sacerdotes adscritos al santuario a recibir a los peregrinos con dulzura, paciencia y caridad, empleando una bondad especial para con los más pecadores a fin de incitarlos al arrepentimiento.
La Virgen le pide a Benita que amoneste a las mujeres y a las muchachas de vida escandalosa, especialmente las que cometen aborto, a los ricos injustos o perversos, a los sacerdotes y religiosos infieles a sus compromisos sagrados.
Entre 1669 y 1679, Benita es bendecida con cinco apariciones de Cristo, que se le revela en un estado de sufrimiento. Un viernes de julio de 1673, Jesús ensangrentado, le dice: "Hija mía, me muestro en este estado para que participes de los dolores de mi Pasión".
Después de más de dos décadas de sufrimientos y constantes apariciones de la Virgen, Benita recibe el la Comunión el día de Navidad de 1718 y tres días más tarde se confiesa y recibe la Unción. Hacia las ocho de la noche, Benita se despide de los que la rodean y, luego, tras besar un crucifijo y con la vista mirando al cielo, fallece en paz.
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